Yo ya conocía el concepto, pero al leer la contratapa del libro me sorprendí, ya que decía que “el mandala es un símbolo de plenitud que se encuentra en culturas de todo el mundo… En este libro se presentan las múltiples y diferentes formas que pueden adoptar, abordando tanto los antiguos mandalas hindúes como las formas complicadas de las pinturas de arena de los indios americanos o de los nudos celtas”.
Hasta ayer, para mí, mandala era un término netamente relacionado con el hinduismo y el budismo y no se me había ocurrido que existieran ‘mandalas celtas’ o que, el rosetón de vitral de una iglesia católica se considerara, también, un mandala.
En la sobremesa ya citada yo, adalid de la rigurosidad, critiqué esta libertad de uso de la palabra ‘mandala’, pues su origen está, sin dudas, en la lengua sánscrita y en las prácticas espirituales de la India. De hecho, hace un par de meses respondí al comentario de una lectora sobre la etimología de la palabra en cuestión.
Lo que dije entonces, y ahora amplio, es que, según el reputado diccionario de Sanskrit-English de Monier-Williams, la raíz verbal maṇḍ significa ‘adornar, decorar'; y la primera acepción de la palabra maṇḍala es ‘circular o redondo’. Asimismo, puede referirse a ‘un disco; cualquier cosa redonda; un círculo; circunferencia’, y más.
Teniendo en cuenta la etimología, es difícil oponerse a que el término ‘mandala’ sea ahora masivamente utilizado para referirse a ‘diseños circulares’ en general. De la misma forma que el término sánscrito avatar ha trascendido su sentido original para designar “objetos digitales que representan al usuario” o seres azules muy taquilleros, me parece normal que la palabra mandala pueda ahora tener un sentido más amplio y alejado de su origen, ya que como dice el libro que dio vida al debate, los mandalas reflejan símbolos universales como “la simetría de las formas naturales, el ciclo del tiempo y el círculo de la comunidad”.
De todas formas, esta tendencia general no quita que la palabra tenga un sentido primigenio y espiritual ligado a la India y su filosofía. Incluso la RAE, con quien desacuerdo con frecuencia, consigna el término como parte de la tradición hinduista y como una representación de las “fuerzas que regulan el universo y que sirve como apoyo de la meditación”.
A este respecto, si bien la RAE acepta dos acentuaciones de la misma palabra, me gustaría decir que la forma correcta, desde el punto de vista sánscrito, es con acentuación esdrújula; es decir, ‘mándala’ y no ‘mandala‘, aunque yo la escriba sin acento porque prefiero no españolizar demasiado la terminología sánscrita.
Hablando de terminología sánscrita, un detalle que me perturbó del libro La biblia de los mandalas es la sección titulada “Yantras: los mandalas hinduistas”. Como ya he explicado, para mí un mandala no puede ser otra cosa que hinduista (o budista, pero la raíz lingüística y filosófica sigue siendo la misma), a la vez que en esa definición se mezclan dos términos. Por lo que sé y he leído, mandala y yantra se usan muchas veces como sinónimos, aunque al parecer no lo son.
En todo caso, ambos son definidos como diagramas geométricos simbólicos que representan a una deidad en particular o, como dice A. Daniélou en su Dioses y mitos de la India, “energías básicas del mundo natural”.
Según explica Álvaro Enterría en su libro La India por dentro, los mandalas son “más elaborados (que los yantras), son representaciones en forma circular de fuerzas cósmicas y son muy utilizados por el budismo tibetano”. En efecto, el mandala es más ‘figurativo’ que el yantra, sobre todo en el budismo, donde las representaciones incluyen imágenes del Buda o de deidades budistas.
El yantra, en cambio, se limita a elementos lineales y geométricos como cuadrados, círculos, triángulos, elipses, espirales o cruces, pero nunca aparecen elementos figurativos como imágenes antropomórficas (aunque sí pueden aparecer algunas sílabas sánscritas consideradas sagradas).
Al parecer, entonces, en el hinduismo coexisten los conceptos de mandala y yantra, pero en el budismo se habla principalmente de mandala.
La filosofía espiritual de la India explica que el ser humano, con su mente limitada y racional, no puede comprender de manera completa la realidad trascendente, infinita e inmanifestada que llamamos Divinidad. La mente humana no puede concebir nada sin un ‘nombre’ y una ‘forma’. De esta forma, se explica que la utilización de símbolos para vincular lo Divino con lo humano es de gran utilidad para el buscador espiritual. La representación simbólica de la Divinidad tiene diferentes grados de abstracción, siendo una estatua (imagen antropomórfica) la menos sutil.
Los mantras, por ejemplo, son representaciones sonoras de lo Divino y son más abstractos que las formas materiales. Siguiendo esta línea, los mandalas y los yantras como diagramas geométricos son también considerados sutiles en su grado de representación. Así como existe un tipo de Yoga basado en la repetición de mantras sagrados, también existe el Yantra Yoga, un camino espiritual basado en la meditación y visualización en diagramas místicos que representan las formas principales del Universo.
Se explica que cada deidad tiene su yantra, su representación visual geométrica. Probablemente el yantra más conocido es el llamado Sriyantra (o Srichakra) que, según Daniélou, “representa a la diosa universal”, y está formado por triángulos entrecruzados con la punta hacia arriba y hacia abajo, representando la energía masculina y femenina respectivamente, y en cuyo centro está el punto, origen de toda la existencia.
Sólo espero que, con el nombre que sea, estas prácticas sirvan para nuestro crecimiento espiritual.
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