Adentrarnos en este mundo de la forma nos permite encontrar el camino dentro del laberinto hacia nuestro propio Ser.
Las técnicas pictóricas permiten un juego meditativo incomparable: preparar la superficie, elegir los colores, mezclar los matices y vincularse con la textura del material son actividades que nos llevan a la concentración natural y placentera.
Mientras que el dibujo es una actividad más analítica, el color es puramente emocional, y logra conectarnos con zonas cada vez más profundas de nuestro Ser.
