Texto publicado el 24-04-2010
Mucho se habla de los beneficios que implica dibujarlos, colorearlos o simplemente observarlos, dando por obvio que son dibujos inocuos que no pueden implicar nada contraproducente. Los que tienen tal actitud se equivocan, porque sí, pueden tener efectos indeseados y hasta molestos.
Me surgió tratar a este tema a raíz de que una persona comentara que los utilizaría en diseños de ropa.
Los mandalas y yantras, tradicionalmente, en las culturas orientales NO SE USAN en vestimentas. No porque no se les haya ocurrido imponerlo como moda. Tampoco por el “respeto” que se les tiene, sino por comprender mejor que, hacerlo, seguramente sea más perjudicial que benéfico.
¿Por qué? Simple.
Tanto mandalas como yantras, si están bien hechos, invitan al inconsciente a determinada energía o ánimo. Los mandalas, más bien a armonizarse, pero REPOSANDO a las energías internas. Es decir, a bajar el ritmo a bien pausado.
Por su parte, los yantras, a enfocarlas en ciertos aspectos, especialmente los activos.
Y aquí una metáfora: Si comparamos o metaforizamos a los mandalas y yantras como capacidad de aceleración o freno de partes de una maquinaria compleja como un vehículo; el tener presente ante la vista, de modo constante a un mandala, puede resultar como tener colocado el freno de mano, aún cuando queremos acelerar para adelantarnos a un vehículo más lento en ruta. Si es un yantra el constante ante nuestra vista, sería como tener sobre acelerado al motor del auto cuando vamos despacio, gastando demasiado combustible estúpidamente. O como acelerar la velocidad de reproducción de la cinta de audio de una canción.
Tanto mandalas y yantras siempre han sido considerados y recetados por expertos como los antibióticos o medicinas a los enfermos, pero en este caso para cuestiones de equilibrar a la energía interior, restableciendo la “velocidad apropiada” para la tipología de personalidad de los individuos a los cuales se los recomendaban; o para el ámbito al que se ingresa (por ejemplo templos). O sea: invitan y predisponen a ánimo y estado interior específicos, que pueden ser combinados en sus funciones u objetivos, pero no para mantener un ánimo óptimo todo el tiempo, ya que siempre en la vida hay momentos en los que conviene “acelerarse” y, otros, ir más despacio de lo normal.
De este modo, cuando tenemos a un mandala ante nuestros ojos, de modo muy frecuente, éste tiende a reposarnos ¡aún cuando necesitamos acelerar! Ya sea en circunstancias de aprovechar mejor el tiempo, como para superar algo que es como un vehículo que va más despacio y nos disminuye a nuestra velocidad promedio óptimo o “de crucero”.
Peor aún si está en ropa (ni hablemos de tatuajes), o en objetos cotidianos de uso muy frecuente, ya que invita a todos los que lo vean a tener actitud reposada. Lo cual puede resultar muy chocante para quienes necesitan mantener un ritmo bien alto, por la circunstancia personal o momento que fuere.
Con los yantras, el efecto inverso: pueden alterar los nervios, motivar a actividades de cierto tipo (acelerar ciertas energías psíquicas) cuando necesitan relajarse o mantenerse bien serenos.
Por esta razón, es que sólo raras excepciones de oriente usaron o usan a mandalas o yantras como símbolos personales, pero que están como “adornos frecuentes” que pueden omitir mirarlos, tanto ellos como los visitantes.
Así y todo, cuando son utilizados como símbolos familiares o de clanes, similar a los escudos de la nobleza, han sido diseñados para contrarrestar o equilibrar a características y tendencias propias de ese grupo o familia, porque cada grupo humano tiende a tener cierta homogeneidad psíquica y emocional, tanto en virtudes como en defectos. Precisamente para equilibrar a la grupal, es que muy cada tanto se pueden descubrir mandalas o yantras que son “del clan” o “familia” que están reiterados con frecuencias en diversos ambientes, pero sin saturar.
Bien dice el axioma médico: “Una gota de veneno cura. Dos, matan”.
Un muy prestigioso psicólogo y escritor (más precisamente Edward De Bono, popularísimo por crear al término “Pensamiento lateral” y la “PNL – Programación Neurolingüística”), escribió al libro “Seis sombreros para pensar” (es link a un sitio que da síntesis) que explica y enseña una técnica que fue “muy novedosa” para mayor rendimiento intelectual y emocional, pero que también es muy relativa y cuestionable (en su forma más que fondo). Se basa en cómo nos incentivan o predisponen ciertos colores para mayor o menor rendimiento en lo que hagamos. La técnica reside en tan solo imaginar que nos ponemos un sombrero con el color óptimo para mayor eficacia en lo que debemos hacer, un par de minutos antes de abocarnos a la tarea en cuestión, aseverando que los resultados son “maravillosos”.
Su técnica tiene fundamentos válidos, aunque no todo lo que expone es acertado, además de incompleto. Sin embargo bien sirve para ilustrar como ejemplo de cuánto molestaría a otros que tienen actividades diferentes, el ver a sombreros con colores contrarios a lo que a ellos les conviene (si fueran sombreros visibles, en lugar de los imaginarios que sugiere De Bono). Pues bien, es lo mismo con mandalas y yantras, pueden resultar como suave agitación de trapo rojo ante toros nerviosos. O como soporíferos para quienes intentan prestar atención y concentrarse en algo que les interesa (según diseños y coloridos). A los sombreros de De Bono, además de que nadie lo ve, uno puede quitárselos para cambiarlos por otros u olvidar que los imaginó puestos. A los mandalas y yantras no es tan fácil dejarlos de ver en la ropa u objetos de uso cotidiano cuando nos resultan hasta contrarios a la intención que podamos tener y ánimo adecuado al momento y circunstancia.
Por eso es que estos diseños no son para tomarlos a la ligera. Mucho menos para “imponer” diseños específicos ante los ojos de los demás, sólo porque están cerca o tratan con nosotros. Son símbolos muy personales en general, o para ánimos y actitudes muy específicas. Lo óptimo es reconocer qué diseños (y luego, como segundo paso, sus coloridos) son los que mejor convienen para cada ánimo o estado interno, porque en definitiva, algunos son estimulantes como el café y, otros, sedantes como ciertas clases de hierbas. ¿Quién toma café cuando necesita poder dormir? ¿O té sedante cuando necesita despabilarse?
¡Piénsenlo! Medítenlo, reflexionen y saquen sus propias conclusiones que, a lo mejor, sea yo el equivocado y todo o buenas partes de lo que expuse no sea más que un disparate o plagado de errores conceptuales.
Texto publicado el 8-07-2010
Toda clase de símbolos y grafías actúan principalmente como detonadores de asociaciones en el inconsciente.
Por lo tanto, si el ojo no lo percibe (o no lo percibió antes y recuerda que “está allí”), no hace ninguna clase de efecto.
O sea: si una persona ingresara como ladrón en tu vivienda para colocar un símbolo bajo el colchón de tu cama, sea un mandala o una de las grafías del popular reiki y tú no ni te enteras que allí ha quedado ese símbolo… NADIE será afectado de ninguna forma por el mismo.
Es más: los símbolos del reiki (o pantáculos y demás) sólo son efectivos con las personas que comprenden cabalmente a ésos ideogramas específicos. No con los occidentales a los que les informaron “qué significa” y qué se supone que logra el símbolo, salvo las excepciones en las que actúa con el mismo efecto que cualquier placebo.
A veces hasta es al revés: si tú colocas escondido detrás de un cuadro a un símbolo que para otra persona es “muy importante” y te ve colocándolo, aunque luego lo quites de allí sin que la persona que te vio colocarlo sepa que lo has quitado, el inconsciente de dicha persona continuará asumiendo que “está allí” y continuará detonándole el efecto inconsciente hasta que se entere que “ya no está más” el símbolo o imagen escondido detrás del cuadro.
En definitiva: toda clase de grafías y símbolos (mandalas y yantras especialmente) detonan asociaciones inconscientes. Si el inconsciente no los percibe (mediante lo que capta la vista, aunque conscientemente no se lo tenga en cuenta) o no sabe que “están” (Si no vio colocarlos y quedan escondidos)… ¿Cómo los evocará y le motivarán a reacciones internas?
Por otra parte, demasiadas personas incurren en la superchería mágica de considerar que “algo” tiene poder mágico, sólo PORQUE CREEN EN ÉL. Caso de infinidad de personas que creían tener consigo a una astilla de la cruz en la que fue crucificado Jesús y que la misma les protegió en infinidad de situaciones ¡Y la astilla ni siquiera era de la misma clase de madera con que los romanos hacían las cruces! (Como decir astilla de quebracho, árbol americano, en lugar de roble que es bien europeo).
Así, infinidad de medallitas, talismanes, anillos, estampas, etc “tienen poder” sólo porque la gente así lo creyó y, en realidad, ha sido su propia convicción la que facilitó que la “magia” o “milagros” existieran. Pero explicar cómo funciona “mágicamente” la convicción en algún objeto es un tema muy largo, por la cantidad de factores que pueden concatenarse para que efectivamente así sea. Hay que analizar cada caso de modo puntual, porque no siempre son los mismos factores ni mismos “milagros” o “magia”.
FUENTE: http://centaurea.cultureforum.net/t2219-el-riesgo-de-usar-mandalas-y-yantras