La preparación mística del Cristo ascendiendo a los cielos como dato histórico, y la bendición anual de Buda; es decir, que el festival occidental del cristianismo y el festival oriental del budismo, le dan luz a una nueva concepción de la vida y a un nuevo tipo de festival: el festival que se llama de la Humanidad o de La Gran Invocación, o de la invocación de los seres superiores. Es decir, que la preparación que realizamos durante los tres primeros meses del años a través de los lunas llenas de Aries, de Tauro y de Géminis, será de un ritmo creciente y, con el tiempo, participará de este festival de humanidad entera y ya no solo una fracción de creyentes de no importa que religión, ya sea la cristiana o la budista, pues esencialmente, si el hombre es uno con la divinidad, no puede existir en el hombre una clase determinada de religión sin que se atenten los principios de unidad, al menos desde el punto de vista esotérico es así.
Se nos dice, por ejemplo, que Cristo vino a traer el amor de Dios, porque en el planeta, si alguien representa con toda genuidad, con la totalidad de su corazón, la plenitud del desapego y la más exquisita de las devociones hacia el Padre, es Cristo; y si algún ser ha habido en la Tierra capaz de interpretar a Dios desde un punto de vista iluminado, ha sido Buda; y teniendo presente que solamente el equilibrio de la razón y del amor, que solamente cuando están identificados plenamente Oriente y occidente; y que cuando el hombre, como tantas veces hemos dicho, llegue a pensar con el corazón ya sentir con su mente, se producirá en la Tierra este gran equilibrio que la Jerarquía y Shamballa están esperando desde el principio mismo de lo que es la humanidad.
Conferencia de Vicente Beltrán Anglada del 27/5/1975
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