Los kabbalistas enseñan que nuestro propósito en este mundo es transformarnos de seres egoístas a seres que comparten. Hacemos esto paso a paso, capa tras capa, removiendo primero un aspecto de nuestra negatividad y después otro hasta revelar la verdad sobre la naturaleza dadora de nuestra alma. Algunas veces los estudiantes me preguntan: “¿Cómo sé si realmente me he transformado?”.
Es una buena pregunta porque existe una gran diferencia entre un cambio en el comportamiento y la transformación duradera. Puedes restringir una necesidad egoísta, un mal hábito o una conducta destructiva y considerar que has cambiado, pero si no has transformado el deseo, realmente no has evolucionado a un nuevo ser.
Normalmente pensamos en nuestro trabajo espiritual como cambios de comportamientos, pero la verdad es que necesitamos cambiar nuestro deseo. El único deseo de nuestra alma es compartir. Al enfocarnos en cómo podemos expandir nuestra capacidad para cuidar a otros, podemos expandir de hecho el deseo de nuestra alma y reducir así nuestros deseos egoístas.
La transformación duradera ocurre cuando ya no se siente como una restricción el resistir a esas necesidades y las tendencias que fueron una vez tan tentadoras para nosotros.
Identificar las áreas en las que simplemente hemos realizado un cambio en lugar de una verdadera transformación puede ayudarnos para saber lo siguiente que necesitamos derribar en nuestro trabajo espiritual.
Cuando tenemos un anhelo verdadero para salir de nosotros mismos y ayudar a otros, podemos alzar la mano y despedir finalmente nuestra negatividad de una vez por todas.
Todo lo mejor,
Yehudá Berg
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