miércoles, 3 de abril de 2013

LA CULPA DE LA PALABRA MIEDO,,! encontradores

La culpa es de la palabra miedo.

Sinceramente no tengo idea sobre cómo, cuándo, dónde, por qué o para qué se instaló la campaña de desprestigio al miedo y si bien no es mi intención investigarlo aquí, señalaría algunas cuestiones claves en esto.
* Comenzaría preguntándole al diccionario de la Real Academia española, porqué omite su función adaptativa:
miedo. (Del lat. metus).
1. m. Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
2. m. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
Si bien son ciertas ambas definiciones, nada nos dicen que esta perturbación o aprensión, puede también hacer que alguien salve su vida.
* Luego, apoyándome en el aspecto cuantitativo de las emociones, me pregunto por qué el poder del lenguaje1 no cuestionó al lenguaje coloquial cuando sintetizó intensidades e incluso conceptos diferentes en la palabra “miedo”:
Es así como frecuentemente decimos “miedo”, en lugar de susto, temor, terror, pavor, pavura, pánico, espanto, horror, alarma, ansiedad, angustia o fobia.
Vale decir que, ciertamente, en algunos casos no resulta sencillo diferenciarlos; sin embargo en otros tantos, no deja de “asustarme” el modo perverso en que se sustituye una palabra por otra.
* Finalmente le preguntaría al lenguaje del poder1 sino evalúa el daño que causa al imponernos frases marketineras – ideales para facturar vendiendo cursos de bienestar personal o libros de autoayuda- pero nefastas a la hora de contribuir al bienestar emocional.
Titulares del tipo “Basta de Miedos” ; “Vivir sin miedo”; “Leyes para vivir sin miedo” , “Criar sin miedo”, “Vivir sin miedo”, “Vencer el miedo”, etc., etc.; hacen que quien no profundice el tema se instale en la creencia de que el miedo es algo nocivo que debemos erradicar de nuestra vida.
En relación a esto, es válido aclarar que muchas veces los textos o cursos mencionados, desarrollan muy bien el tema; sin embargo pocos llegan a conocerlos en profundidad y toman como verdad revelada que el miedo es el enemigo a vencer.


A no asustarse del miedo.

Si bien hace tiempo les compartí el aporte de integrar las mal llamadas emociones negativas -en todo entrenamiento socioemocional2 ; recién este año, a partir de un proceso personal, estoy a la altura de profundizar ese concepto.
Y les aseguro no me resulta sencillo hacerlo. Mi mirada - a contra mano de la demonización de algunas emociones llamadas “tóxicas” en un par bestsellers- requiere el esfuerzo de superar la creencia infantil que decodifica con la lógica todo/nada, puedo/no puedo, hago/no hago y emociones buenas o malas que limitan la posibilidad de una vida más libre.
Para quienes nunca leyeron nada sobre el universo emocional, les pido sugiero que antes de seguir lean algo al respecto3.
Entonces comprenderán porque si los expertos afirman que la función de toda emoción es la adaptación de nuestro organismo a lo que nos rodea; resulta imposible pretender eliminar una emoción.
Al analizar las emociones, simplemente hablamos de emociones POSITIVAS cuando nos producen bienestar, y de emociones NEGATIVAS cuando nos producen malestar; considerando que el problema no es la emoción sino su desajuste:
* Cualitativo: que analiza la adecuación de la emoción frente a la realidad. Resulta esperable que alguien esté triste frente a la pérdida real de un ser querido.)
* Cuantitativo: que considera la intensidad: la ira es menos intensa que la furia, y el enojo es aún menos intenso que la ira. Es sano enojarnos cuando alguien intenta dañarnos y eso nada tiene que ver con un ataque de ira “un día de furia”.
El miedo tampoco escapa a esta lógica. Es un sentimiento natural de alarma entre los seres humanos que permite avisarnos de algún peligro, y en ese sentido el su función es adaptativa, en tanto nos permite protegernos de personas, hechos o circunstancias amenazantes.
Nos acompaña desde el nacimiento. Funciona como una alerta positiva frente a una situación (real o imaginaria) que pueden ponernos en riesgo y nos posibilita encontrar las respuestas apropiadas frente a ellas para preservarnos y preservar la especie.
Jon Berastegi nos dice que, el miedo es la emoción que se activa cuando existe alguna amenaza o algún peligro hacia el propio bienestar. A raíz de esa activación, nuestro cuerpo experimenta un cambio fisiológico, que puede llegar incluso hasta la retirada de la sangre del rostro (lo que explica la palidez y la sensación de “quedarse frío”) ya que la misma fluye hacia las piernas y los brazos preparando así a nuestro cuerpo para una posible huída o afrontamiento. Al mismo tiempo, el cuerpo parece paralizarse, aunque sólo sea un instante, para calibrar, tal vez, si el hecho de ocultarse pudiera ser la respuesta más adecuada4.
En palabras de Andrés Canales, les diré que el miedo en sí, se define como una respuesta biológica, adaptativa del sistema nervioso y de tipo evolutiva, porque a lo largo de la evolución de los mamíferos, los miedos han tenido, fundamentalmente, la función de prevenirnos frente a sucesos que nos pueden dañar o herir5.
Tanto en personas como en animales, el mecanismo que desata el miedo se encuentra en el cerebro; concretamente en el sistema límbico, el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida y la evitación del dolor, y en general de todas las funciones de conservación del individuo y de la especie. De aquí que el aporte realizado en los últimos años por las neurociencias, nos permiten conocer como nunca antes la neurofisiología del miedo, clave al momento de intervenir en cualquier patología asociada con él: cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede ser la huida, la pelea o la rendición.
Recientemente se ha encontrado que la sensación de miedo está mediada por la actuación de la hormona vasopresina en la amígdala cerebral y que la del afecto lo está a la de la hormona oxitocina también en la amigdala6.
La otra cara del miedo

Decir que el miedo tiene una función adaptativa, no implica desconocer que puede volverse patológico, limitarnos e incluso dañarnos física o psiquícamente.
Por eso, al referenciarlo, resulta clave diferenciar al igual que en toda emoción, su nivel de adecuación en lo cualitativo, por ej. por su irracionalidad; o en lo cuantitativo por su exceso o defecto pueden dar cuenta de patologías severas.
En ese sentido, obviamente comparto la existencia de un aspecto muy nocivo que debemos analizar, educar o sanar si fuese necesario; y que se trata de una cara de la moneda:
el miedo puede volverse patológico y de eso ya mucho se ha escrito y espero se siga haciendo por la importancia en la vida de millones de personas.
La otra cara, es la que elegí presentarles, y de la cual puedo dar cuenta:
* sea por una vivencia personal, que evolucionó del desconocimiento, la desacreditación a la conexión con el miedo al miedo.
* sea por lo la experiencia mi trabajo con otros en los entrenamientos socio-emocionales
El miedo es positivo en tanto, como toda emoción, nos posibilita conocernos, tolerar la frustración, mejorar nuestro vínculos interpersonales y, como consecuencia de esto desarrollar, fortalecer y entrenar habilidades propias de la inteligencia emocional.
¿Es posible darle gracias al miedo?

Al formularme esta pregunta, recordé el dicho popular “el miedo no es zonzo”, el cual creo encierra algo de verdad.
Y si así fuera, valdría preguntarnos qué puede aportarnos ese aparente saber del miedo:
En principio y sin ahondar demasiado, podría decirles que el miedo puede mostrarnos una debilidad personal, la cual nos obliga a tomar distancia, huir, abandonar, obedecer, someternos etc.
Otro refrán popular también dice que “el que se quemó con leche, ve una vaca y llora”.
Y entonces, sea ese miedo real o imaginario, adecuado o no en su intensidad; siempre se basa en una creencia previa que deberemos cuestionar
Por lo tanto, y lejos de toda lógica que propone matar al mensajero, debemos interrogarlo, concientes de que él tiene algo que enseñarnos sobre nuestras actuales debilidades y sobre las creencias que las determinan.
Dime tus creencias y predeciré tu futuro,
es la frase que elijo al hablar del poder de una creencia7.
Entonces, más allá de la situación puntual que el miedo plantee; nos ofrece una gran oportunidad para promover nuevos cambios.
Es obvio que no le aconsejaría a alguien buscarlo deliberadamente, como tampoco lo haría con la frustración, el dolor o la tristeza.
Mi propuesta, simplmente apunta a hacer algo positivo cuando ellos nos encuentren. Y, para serles sincera, no conozco a nadie que los haya esquivado de por vida.
Tengan en cuenta que lo negativo con un sentimiento displacentero, radica en identificarnos con la emoción predominante que lo produjo y sumergirnos en ella:
El sentimiento en sí, en tanto adecuado no es negativo;
y el displacer tampocolo es; incluso ese momento puede ser una importante fuente de motivación para superamos.
Cuando somos capaces de observar y observarnos en esos momentos, se nos posibilita una experiencia de aprendizaje de un valor incalculable. Para ayudarlos a visualizar esto, les propongo recordar la última experiencia de miedo y detenerse en estos puntos:
el modo particular en que fisiológicamente respondemos: sentimos un nudo en la garganta, tartamudeamos, nos duele la panza, temblamos, se nos entrecorta la voz, palidecemos, etc.
las ideas que se nos imponen en ese momento: me van a lastimar, van a lastimar a alguien que quiero, voy a hacer el ridículo, me voy a enfermar, me voy a morir, me van a dejar de querer, etc.
las creencias subyacentes: soy una inútil, soy muy débil, no puedo con los otros, nada me sale bien, tengo mala suerte, es mi destino, me lo merezco, no me merezco todo esto
lo que percibimos : vemos más claro que habitualmente o todo se nos hace más confuso, retenemos la imagen de esos momentos, escuchamos, olemos algo en particular.
lo que otros perciben de nosotros : sabeos como nos ven los otros en esos momentos, se dan cuenta de lo que nos sucede, concuerda lo que ellos ven de lo que nosotros vemos
el modo en que actuamos: qué hacemos; escapamos, nos enojamos, nos entristecemos, fingimos, gritamos, hacemos silencio, lloramos, pedimos ayuda, aceptamos ayuda, etc.
Aprender lo diferencial de nuestras emociones,
es el primer paso para desarrollar habilidades socio-emocionales,
pues todas las emociones promueven un impulso creador;
y definitivamente el miedo no es la excepción.
Así como para el imaginario popular la alegría se canta y baila, el enojo nos hace más competitivos, el buen poeta es un alma triste, los científicos evitan las sorpresas, y los religiosos alientan un esperanza; será necesario que vos mismos comprendas que te posibilita el miedo, que aunque más no sea, te aseguro agudiza tu percepción.

La clave en toda experiencia de displacer, radica canalizar en modo positivo la energía que ella promueve y convertirla en fuente de motivación de la superación personal.

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